ZOOM · Luis Miguel Fuentes


El humor de los sexos

 

“Todo es lícito a la hora del humor”, ha dicho Woody Allen en alguna ocasión. Pero esto, que vale para el neoyorquino genial, feo y neurótico, parece que no sirve en el caso del concejal de hacienda del Ayuntamiento de Algeciras, Luis Ángel Fernández, al que ahora quieren linchar por un chiste o comentario machista. Las misses de España andan por Algeciras como potrillas muy bellas y patrióticas, y a este concejal se le ocurrió decir en una conversación privada que la representante de León era “la mujer perfecta, porque además de guapa es sordomuda”.

El humor sobre el sexo hay que verlo siempre en su dimensión de juego y eterna contienda entre el hombre y la mujer. Tomado como un dandismo que sabe mirar las cosas con distancia e ironía, el humor es una gran cualidad de la inteligencia. El humor disuelve los fanatismos, vence a las morales y deja a los dioses en ridículo. Pero el mejor humor es el que es capaz de no creerse el chiste y aún así disfrutarlo. He escuchado a un amigo muy capillita y sinceramente cristiano contar chistes de Jesucristo que tenían muy mala leche, lo que inmediatamente le sitúa en un nivel superior de humanidad y le hace inmune a la intolerancia. No hay humor más saludable que el de un lepero contando chistes de leperos o el de un negro contando chistes de negros, pues es la mejor manera de quitarles la maldad y convencernos de que el chiste es sólo chiste y nada hay en ellos aparte de ganas de reír con el absurdo. Como uno no piensa que este concejal se crea el chiste, y así lo ha dicho él, es a las furibundas feministas a las que hay que acusar de falta de sentido del humor y de cortedad mental. Un ingenioso chiste feminista, que los hay a montones, hubiera sido la respuesta más elegante, y no pedir que dimita o que le corten el pito, como han hecho, o casi.

Siendo comprensivos, la verdad es que un evento de misses o majas no es el mejor lugar para esperar comentarios políticamente correctos de los hombres, como una cosa de boys no lo es para escuchar a las mujeres alabar las dotes intelectuales de los varones en tanga. Un sexo siempre desea ver al otro hecho adorno y objeto y hacer de eso unas risas con los amigotes o amigotas. Es un recreo y una fantasía que no podemos quitarnos de encima. La guerra de los sexos, que en realidad no quiere sino juntarnos en el catre con mucha broma de por medio, usa mucho el chiste intercambiable sobre neuronas escasas o sobre amantes como percheros, pero es una pequeña rebeldía ante el hecho invencible de que el hombre y la mujer se necesitan y acaban por ligarse y enamorase a pesar de que juguemos a intercambiar menosprecios.

Aceptemos que los hombres siguen hablando de tetas y las mujeres de paquetes (hasta las feministas), y que ambos gustan de proclamar, como una disciplina de su sexo, que lo que quieren en la cama es un cachas potente o una tiabuena tonta. Pero eso no nos hace ni más ni menos animales, sobre todo porque todo suele ser de boquilla y luego nosotros nos quedamos con una flaca lista y encantadora y ellas con un gordito muy tierno y romántico, o al revés. Son comentarios que no hay que tomarse en serio ni merecen enfado, como tampoco lo merece el anuncio de Coca Cola light, con todas las oficinistas graciosas de lascivia ante el chico que les trae a la vez los refrescos y las calores; o el de Gwyneth Paltrow que, alterada por la primavera precoz de El Corte Inglés, le da una palmadita en el trasero a un maromo; ni siquiera el que Ana Rosa Quintana diga que le gustan los culos de los bomberos, con todas las señoras del público riéndose y dándole la razón. Sería una tontería protestar por esto. Dejemos al sexo con su humor y su guerra fingida, que es parte del juego de amor/odio entre hombre y mujer y que se hace desde las dos partes. El machista no lo es por los chistes, sino por cosas más graves. A ver si tenemos luces para distinguir.

 

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