Luis Miguel Fuentes


Derbi de pasopalio

 

Como al Betis le corre el Gran Poder por la banda, melena al viento igual que aquel Juan José “Sandokán” del Cádiz, uno ve que este derbi va a ser una cosa que se decida en los Cielos o en un pasopalio. Llega el Betis-Sevilla con santidad de Domingo de Ramos, y es en estas coincidencias o designios donde apreciamos claramente que estos clubes son más cofradías de otra cosa. El Betis pone en la alineación a sus Cristos y a sus negritos conversos, mientras el Sevilla pone a la Virgen de la Consolación y a un joven canterano como patero en las trabajaderas. Es una lástima que no pueda ir a arbitrar la Virgen de las Mercedes de la Cofradía de Santa Genoveva, castamente imparcial pues lleva en sus varales los escudos de los dos equipos como dos corazones paralelos.

Hay una teoría heroica del enfrentamiento entre Betis y Sevilla, pero hay otra que es teología, o al menos la teología de barriada que es el capillismo. Se sorprenden mucho los forasteros de la inquina de las aficiones bética y sevillista, y entonces sacan la leyenda del andaluz fratricida, envenenador de las gallinas del vecino y apuñalador de casapuerta. Pero si el forastero supiera cómo es el mundo cofrade, donde los Crucificados se insultan y las Vírgenes se tiran de los pelos, todo con la mediación negra y larga de nazarenos y hermanos mayores, lo verían clarísimo. El Betis y el Sevilla son dos cofradías adheridas a esa otra religión del pueblo que es el balón y la patada, una religión que da mártires con una tibia rota, Magdalenas con bufanda, catedrales redondas, beatones como Lopera y la esperanza en una resurrección de llegar a las competiciones europeas con legiones de ángeles en autobús. El Betis y el Sevilla se tienen que odiar como santos del barrio, así que toda esta guerra se explica, en la tierra de María Santísima, por la ira dividida del Cielo y sus milicias. Tanta es la dimensión cofradiera de estas aficiones que hasta las hermandades de verdad les empiezan a tener tirria por la competencia, y por eso seguramente el manto que le regaló Lopera a la Virgen que llora al Gran Poder no se lo quieren ni poner, como si fuera un presente del mismísimo Judas.

El Betis es ahora el Jesús guapo y coronado de oro que pugna por sentarse a la derecha del líder, mientras que el Sevilla anda por los arrabales de la mitad de la tabla y tiene la túnica llena de zurcidos y el pollino con mataduras. Pero entre dioses estas diferencias no importan, así que el derbi será un cruce de rayos, rezos y blasfemias ante la grada del pueblo doloroso y acuchillado de fervor. De todo este provincianismo y este combate entre los ídolos de una plazoleta y los de la de enfrente, viven el fútbol cofrade y el capillismo futbolero, que vienen a ser lo mismo cambiando a un apóstol por Denilson. El Domingo de Ramos, con su sol de gente, con el Espíritu Santo callejeando, nos va a traer este año un preludio en forma de derbi de pasopalio, para que veamos un ensayo de cómo chocan los dioses y cae la sangre santificada en su cristianismo babilónico. ¿Y el fútbol? No sean ingenuos. A ver a quién le importa el fútbol en Semana Santa.

 

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