Luis Miguel Fuentes

28/10/01

REPORTAJE

TRAFICO / "ES UNA BOMBA, AUNQUE EL PELIGRO TAMBIÉN ES QUE AHORA HAY MENOS RESPETO POR LAS NORMAS"

El "crimen" de recorrer las curvas y cruces de la N-340

El primer tramo de esta carretera nacional, uno de los más mortíferos de España, exige una solución que ponga fin a los muertos que lo recorren


LUIS MIGUEL FUENTES

CÁDIZ .- La Nacional 340 tiene un trazado devorador, unas curvas malditas, unos cruces como zarpas, va diezmando conductores y adunando en las cunetas una chatarra sucia de carrocerías y zapatos. En los últimos siete años, el tramo entre Chiclana y Algeciras ha visto la muerte veloz de 103 personas. De 1995 a 2000, sólo en los diez kilómetros que van del Mirador del Estrecho al Puerto del Bujeo, entre Tarifa y Algeciras, ha habido 24 fallecidos, estrellados contra muros, despeñados hacia una hondura marítima, asaltados por un vértigo de cielo y rapidez. Pero no sólo son las funestas curvas de Tarifa, que van meciendo al coche hasta el desastre. “Las entradas y salidas de Conil son criminales –dice un conductor de autobús-, tienes que echarle el coche encima a los demás”. En sus primeros 100 kilómetros, la Nacional 340 está minada de atascaderos, baches, emboscadas. “Uno porque ya los conoce, que si no...”, asegura el conductor. “Es tercermundista, y en verano, una bomba”.

Luis Delgado lleva 3 años como conductor de autobuses en la empresa Comes, y, antes, 17 con su trailer. “Media vida en la carretera...”, dice acariciando el volante. “Pero el peligro no es sólo la N-340, son todas. Antes había más respeto por las normas de circulación”. Luis Delgado conduce este día el autobús de Cádiz a Algeciras. Deberá pasar por el tramo más traicionero y peligroso de la N-340. “Esta carretera debería haberse convertido en autovía hace muchos años, tiene más tráfico que el tramo Jerez-Los Barrios”. Habla sosegadamente, sin apartar apenas la vista de la carretera. “Esta carretera es una odisea, sobre todo en verano. Para salir de Conil, por ejemplo, es que te la juegas, y si no fuera por la Guardia Civil, habría unos pocos de muertos diarios”. Luis asiente afligido cuando el autobús intenta salir de una cajonera, todavía en Cádiz. “Es que no te deja pasar ni Dios, es lo que yo digo, ya no hay respeto”. Por la autovía hacia San Fernando, llama la atención sobre los límites de velocidad: “No se puede ir s más de 80, que es a lo que va ahora el autobús, y mira cómo adelantan”. Habrá muchos, parece pensar, que se buscan el accidente.

Al salir de Chiclana, “comienza el calvario”, añade. No hay mucho tráfico, pero sí un avasallamiento de camiones, hormigoneras, toda la caballería pesada de la carretera con su somnolencia de tonelaje y kilómetros. “Ahora, por la mañana, está tranquilo, pero en hora punta esto se pone que no veas”. Poco después, Luis señala el primer punto peligroso, la primera entrada para la Barrosa. “Muy peligroso, y además por aquí se va el coche hacia los lados por el viento de costado, es que pisas la línea y ya te has ido fuera”. Punto negro, kilómetro 14. “Aquí ha habido muchos muertos, a veces se ven flores que han puesto en el sitio de un accidente”, dice Luis Delgado, mientras el coche salta sobre los badenes. En El Colorado, ya por Conil, hay otro punto peligroso, “por los peatones”, dice Luis, y por “los coches que salen de las ventas”. Pero más peligrosa es la entrada / salida de Conil, en el kilómetro 23. “Aquí llegan las colas hasta el pueblo, y cada coche que sale es una amenaza”.

El autobús avanza entre hoteles y puticlubs, hacia un toro de Osborne que destaca contra la luz de la mañana como otro sol negro y macho. Una curva, cerrada y antigua, ha sido ya sustituida por un trazado nuevo. “Aquí había antes muchos accidentes –explica Luis-, es que no sé cuántos muertos más harán falta para que pongan la autovía; mira, si es que hay espacio para hacer tres carriles”. Luis avisa en ese momento: “Ahora viene un bache horroroso”. El autobús se hunde y cruje al pasar sobre él. “Aquí viene alguien que no conozca la carretera, lo coge a 120 y ya está volando”. Es el kilómetro 28, y continúan más baches, badenes, saltos. Hay más puntos negros: “En la entrada para Vejer y el Palmar también ha habido muchos porrazos”.

Pasan dehesas, unas vacas pastando ponen un contrapunto de silencio y benignidad a la carretera. Se ve la primera pareja de la Guardia Civil desde que el autobús salió de Cádiz. Sobre el kilómetro 46, una curva conserva un recuerdo aciago de cristales, trozos de guardabarros, todos los añicos de la muerte. Parece que van a quitarla, unas obras y unas máquinas sugieren una recta nueva que vendrá a enterrarla y a dejarla en recodo para los fantasmas. Sigue el viento feroz. “Hay que estar siempre aguantando el viento”, dice Luis. Llega el cruce del Retín, por donde se va a Zahara de los Atunes. “Otro cruce peligroso, en medio de una recta muy larga, y ni siquiera tiene una media luna. Hay que pararse en medio de la carretera con el intermitente puesto, y es que te puede comer alguien que venga lanzado”. Es el kilómetro 56.

El autobús se acerca a Tarifa y sigue dando bandazos por el viento. El agua del Estrecho embiste de lejos, encrespada de azules. Es zona de desembarco de pateras, una frontera de arbustos y de alambradas donde se engancha la carne y todavía respiran las huellas de los inmigrantes. “Por aquí se ven de vez en cuando moritos atravesando, los pobres”, comenta Luis. Son los kilómetros 70-80 de la Nacional 340. Pero todavía queda lo peor.

“Lo peor de la 340 es subir a Algeciras”, reconoce. Tras dejar Tarifa, el autobús enfrenta el tramo más mortal, kilómetros 85-100. Las curvas de Tarifa, cerradas, resbaladizas, cortadas por barrancos. Hay que subir dos puertos, El Cabrito y el Bujeo, mirando el mar como un pozo y los riscos como un infierno afilado. “Cuando llueve, esto es una bomba, y además aquí casi siempre hay niebla”. La carretera está señalada de frenazos, del rastro blanco que dejó la carga de algún camión volcado, y cada curva tiene su tributo de cristales, de rocas mordidas por un choque, de los hierros que fue dejando la desgracia. Es donde la N-340 tiene sus muertos más numerosos. 43 curvas, todas pasadas en vilo, hasta comenzar a bajar. La gente contiene la respiración y el autobús avanza despacio, tanteando cada giro. Desciende después por una travesía de restaurantes y hostales, más tranquilo. Pero todavía, hasta Algeciras, quedan muchos saltos sobre el asfalto cuarteado.

Tercermundista, peligroso, torcido... El primer tramo de la Nacional 340, uno de las más mortíferos de España, pide una solución. Pero los políticos siguen en sus requiebros y en sus pujas, negociando rácanamente desdoblamientos parciales y otros parches que no terminan de parar los muertos. Aquellos 100 kilómetros de la N-340 tienen ya los arcenes comidos por las tumbas y nadie parece querer hacer nada por evitarlo.


"Caen a montones"

“Aquí hemos visto 8 ó 10 accidentes en un día”. José María Campos, el más veterano conductor de la línea Tarifa-Algeciras, lleva 20 años haciendo el trayecto, diez veces cada día. Nadie conoce esa carretera como él. Nunca ha tenido un percance, aunque compañeros suyos sí, y señala el costado del autobús con arañazos y abolladuras. “Se le metió uno debajo”, explica. “Yo he visto cómo la Guardia Civil no terminaba de retirar un coche cuando ya caía otro en el mismo sitio. Y no hace falta que llueva, con la rociada mismo es que te sales”, dice. “Está muy mal señalizada –continúa-, y a quien no la conoce habría que advertirle que las curvas 'resbalan'”.

José María conduce por la recta que sale de Tarifa. Delante, amenazan las curvas y las montañas. Sopla fuerte el viento de costado. “En este callejón pega mucho el viento, y te vas”. Un cerro corta el viento momentáneamente, pero es solamente una trampa, luego vuelve de repente y si el conductor está desprevenido lo echa fuera. Es el kilómetro 85. El autobús enfila las primeras curvas.

Los muros que protegen las curvas están llenos de arañazos. “Aquí, el otro día me adelantó uno, el viento giró el coche y se la pegó”. Señala otro muro de piedra, parcialmente derrumbado. “Ese muro lo ha tirado un coche esta mañana”, cuenta José María. Toda la carretera muestra las esquirlas de los accidentes: vidrio machacado, un resto de carrocería arrugada como en un puño, un trozo de un quitamiedos descuajado y retorcido junto al Mirador del Estrecho, un limpiaparabrisas impar y triste. En el kilómetro 90 hay una curva en zigzag. “Aquí caen a montones. Los ves venir y dices: uffff...”. La semana pasada, murieron allí dos personas. En el kilómetro 93, José María señala otra curva: “Hasta tres o cuatro accidentes se ven a veces aquí como haya viento”. En el kilómetro 98, el autobús da un salto. El último susto. “Tres años lleva así esto”, se lamenta. Ya se ve cerca Algeciras... pero no todos podrán verla.


 

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