Luis Miguel Fuentes

REPORTAJE

POLÉMICA EN JUEGO / EL CONTROL DEL XEREZ
El equipo de fútbol de Jerez, el Xerez Deportivo, tiene que disputar sus encuentros de la Segunda División en el terreno de juego de Sanlúcar de Barrameda ante la imposibilidad de utilizar el estadio Chapín, en el que se acometen unas reformas para su utilización como sede de los Juegos Ecuestres del próximo año. Pero más allá de las obras, la controversia entre el alcalde de la ciudad, Pedro Pacheco, y el presidente del club, Luis Oliver, ha degenerado en un conflicto abierto del que sólo salen perjudicados los aficionados, obligados a desplazarse para seguir a su equipo. Más allá del fútbol, la controversia anida en la ciudad y divide a aficionados al fútbol o simples ciudadanos a favor o en contra de cada contendiente

Perfiles de Oliver y Pacheco


Fútbol es fútbol y Jerez es Xerez

LUIS MIGUEL FUENTES

Jerez tiene caballos y bielas, príncipes y milagros, cantaores y guardias. Jerez es un país en la provincia, con un alcalde que es un rey y un equipo de fútbol que se escribe con equis y que ya está en segunda. Pero el alcalde, Pedro Pacheco, y el presidente del Xerez Deportivo, Luis Oliver, andan peleados, a cuchilladas por la radio y los tribunales, y esa alma veloz del pueblo que es el equipo de fútbol se la han llevado fuera, está jugando de prestado en otra ciudad, en Sanlúcar, en un estadio que está a medio alicatar y donde, desde la grada, se pueden pegar bastonazos en los tobillos de los jugadores visitantes.

Oliver manda en el Xerez desde el 98, cuando el Ayuntamiento tomó la determinación de deshacerse del club y sólo él se ofreció a comprarlo. Pacheco y Oliver se hicieron fotos muy sonrientes entonces. Ahora, Pacheco arremete contra él con un centón de acusaciones de corruptelas y tropelías, y, como medida de presión para forzar la marcha de Oliver, prohibió al Xerez los estadios municipales, con la buena excusa, en principio, de la remodelación del estadio Chapín para los Juegos Ecuestres del 2002. Luego, sin tantas excusas, empleando palabras como éstas: “Mientras el gángster siga en el Xerez, no jugará aquí”. 

El “gangster”, para Pacheco, es Oliver. Para Oliver, en cambio, Pacheco es el tirano, y algunas otras cosas. Sin embargo, en estos últimos días, desde el Ayuntamiento se ha ofrecido la solución de utilizar el estadio de La Juventud. Demasiado tarde, dicen muchos. En medio de esta pelea, el pueblo de Jerez, con su equipo en el exilio, ya se ha sentido timado.

En Jerez se ve el enfrentamiento entre Pacheco y Oliver como un duelo de personalismos, como el de un emperador contra un general. Miguel, pescadero de la Plaza de Abastos, aficionado del Xerez, habla rodeado de los ojos de muerte de las merluzas y de los Cristos que tiene detrás. Menea la cabeza mientras abre un pescado y el gesto queda entre la venganza inútil y la ferocidad purificadora: “Los dos están equivocados, son unos cabezones. Pero Pacheco tiene más culpa por quitarle el Xerez a la afición. Pero lo que queremos es que se solucione pronto”.

Tal para cual

“Pacheco y Oliver, tal para cual; los dos lo que quieren es ganar dinero”, sentencia alguien en un bar, y golpea  la barra como si quisiera convocar toda la pesantez sucia de ese dinero. La gente habla, según, con rabia o con temor. “Nada, colgarlos a los dos”, se oye entre hervores de café, con cierto cachondeo. O “yo de eso, mejor no hablo, que ahí hay mucha tela...”. “Pacheco es un fascista y Oliver un mafioso”, afirma contundentemente un hostelero, insistiendo mucho en que salga esto. Sin embargo, el compañero que está detrás de la barra habla con más calma: “No sabemos quién tiene razón. Cuando habla Pacheco, parece que la tiene él, y cuando habla Oliver, también. Pero la prioridad somos los jerezanos y el Xerez debe jugar aquí”.

En este septiembre jerezano que saca a vendimiadoras de gala por las calles para promocionar las fiestas de otoño, fiestas de recolección y fertilidad, hay una unanimidad de albañiles, cerrajeros, loteros y vendedoras: “Yo lo que sé es que el Xerez debe jugar aquí, eso lo dicen hasta los chiquillos”. “Que se sienten y lo arreglen entre ellos. Es una vergüenza”. “No se conoce el caso de una ciudad importante en el que el equipo tenga que jugar fuera”. Otros, aunque menos, le quitan trascendencia al asunto: “Lo importante es que el equipo está en segunda y va bien, y tenemos un entrenador que es una figura, Schuster, o gente como Lardín. Que jueguen en Sanlúcar es casi mejor, más presión para los visitantes, al ser el campo de El Palmar más pequeño”.

Otro dice: “Pacheco, cuando me dé un puesto de trabajo, lo defenderé, que aquí hay mucho paro, estamos los fontaneros y todo el mundo en paro; que arregle eso y deje lo del fútbol, joé”. Hay más que insisten en esto mismo: “Jerez tiene problemas más importantes que el fútbol; está el paro, las infraestructuras... Algo querrá sacar Pacheco del Xerez cuando le interesa tanto”.

En la Delegación de Juventud y Deportes, donde hay una escultura rara de un hombre que entra o sale de un grifo gigantesco con una desesperación escalofriante e incomprensible, la delegada, Teresa Vega, explica la posición del equipo de gobierno. Habla indignada, aunque con esa simpatía aniñada de las pecosas, y muestra un diagrama muy encrespado de nombres y flechas en el que han trazado las supuestas tramas financieras de Oliver, al que acusan de fraudes, desvalijamiento de empresas y creación de “sociedades fantasma” que, según dice, sólo se dedican a “generar deudas sistemáticamente”: “Oliver no pagaba ni a entrenadores, ni a jugadores, ni a nadie, y hasta puso a la plantilla a vender entradas a la puerta del estadio. ¡Pero si debía hasta las tiritas en las farmacias!”, cuenta la delegada. “Los jugadores estaban desmotivados y por eso el cuerpo técnico se puso en contacto con el Ayuntamiento, solicitando ayuda”.

Teresa Vega reconoce, sin embargo, que negar los estadios municipales fue un “arma de presión” que ahora, parece, se les ha vuelto en contra. Es esto lo que más ha dolido a los jerezanos, y seguramente le cueste muchos votos a Pacheco. Insiste, luego: “Pero es que Oliver se hizo con el equipo sin pagar un duro”. Pero el vencimiento es en el 2003, así que el que Pacheco diga que Oliver no va a pagar parece sólo un ejercicio de adivinación, un aspaviento de oráculo. “Lo que queremos —dice finalmente la delegada— es la dimisión de Oliver, tal como prometió, la devolución del club y una auditoría”.

Ascenso a Segunda

Es cierto, Oliver prometió dimitir, hay hasta una rueda de prensa en la que “salió llorando”, recuerda Teresa Vega. Claro que eso fue antes de ascender a segunda. Entonces, Oliver rompió su promesa. Pero desde el Xerez Deportivo se ven las cosas de otra manera: todo es afán de mangoneo de Pacheco, que quiere utilizar al Xerez como enseña particular ahora que ha ascendido. También hay opiniones en la calle que defienden esto: “Oliver es el dueño, ¿se va a ir porque lo diga Pacheco? Anda ya, Pacheco es un dictador”, dice un jubilado.

Oliver, con quien cada vez resulta más difícil hablar, ya está cansado de hacer declaraciones, de repetir lo mismo. Julio Díez, jefe de prensa del Xerez, que tiene cierto aire de entrenador argentino entre los hierros y los cementos del estadio de El Palmar, en Sanlúcar, tampoco quiere hacer ningún comentario. Todo está dicho, todo salta a la vista, parece pensar.

“Pacheco es un dictador”, o “Pacheco es un cacique”. Resulta curioso cómo se repiten las frases de este tipo en los comentarios de los jerezanos. Curioso porque Pacheco lleva de alcalde en Jerez veintidós años. Entonces, ¿quién lo vota? Alguien da su opinión, que suena un tanto desbarrada: “Yo no soy racista, pero Pacheco tiene a todos los gitanos de Jerez colocados y esos le votan todos”. “Los “flamencos”, y también las marujas, las de las barriadas, y los viejos, esos son los que le votan”, dice otro. Muchos muestran recelo a hablar de la polémica. El dueño de un bar comenta: “Con Pacheco hay que tener cuidado con lo que se dice, que luego están las licencias de apertura de los locales y todo eso, y si se señala uno...”. Una mujer pregunta: “Esto, ¿para dónde es? Ah, El Mundo... Es que Onda Jerez y la otra, son de Pacheco, y el periódico otro que no es el Diario [de Jerez], como se llame, también tira mucho para Pacheco, y hay que tener ojo con lo que se dice”.

En Chapín, el estadio municipal donde jugaba el Xerez, continúan las obras de remodelación. Chapín es ahora un estadio ametrallado, un foso de escombros, el torreón del pueblo caído sobre la arena. Sólo el verde del césped y una pintada que se mantiene en el cemento de la estructura (“puta Cádiz”) le dan una última intención de vida. Chapín espera los Juegos Ecuestres del 2002. “El estadio, para sus caballitos y sus señoritos, cuando es del pueblo”, comenta un hombre bastante airado. Y el pueblo, claro, es el fútbol.

“En Chapín podrían haber hecho lo que hicieron con el estadio del Betis, remodelarlo por etapas, y el equipo seguiría jugando”, dice un aficionado. En la obra, nadie quiere hablar. El jefe se encoge de hombros. Mucho secretismo. Parece que en vez de un estadio de fútbol estén remodelando una central nuclear. “Me parece a mí que ya se han perdido algunos millones en cada grada”, comenta con maldad un paisano.

Enfrente de Chapín está el Bar Estadio, chico, ruidoso de televisión, con algo de salita de estar y tedio familiar. El Bar Estadio está casi vacío. Es uno de los muchos negocios de Jerez que está sufriendo, ahora que sólo es un mirador al cadáver despanzado del campo de fútbol. Hosteleros, taxistas, muchos jerezanos se lamentan del dinero que está perdiendo la ciudad por el conflicto. Los dueños de bares tenían decidido recoger firmas para exigir que el Xerez vuelva a jugar en casa, cosa que parece que va a ocurrir finalmente.

Diez años de ultras

Alrededores de Chapín, barrio de solares, tapias y tendederos, con un horizonte atiesado de fábricas y chapas. En la puerta metálica de un transformador eléctrico de alta tensión, sobre la leyenda de “peligro de muerte”, se ve, como una ironía macabra, el logotipo pintado de aquel Partido Andaluz de Progreso. Cerca está la sede del Kolectivo Sur, los “ultras” del Xerez Deportivo. Una pegatina en su tablón de anuncios reza: “Kolectivo Sur: una década dando por culo”. El local es una capilla azulina de esa religión nervuda que es el fútbol, con fotos, botas y trozos de red como exvotos de algún triunfo pequeño. Hay un muñecote vestido con los colores del Cádiz que cuelga de una horca y tiene el pecho atravesado por un estoque. “Nosotros lo que queremos es que se vaya Oliver y que el Xerez vuelva a jugar aquí”, comenta uno de sus miembros. Se quejan de que han recibido abucheos y les han echado a la policía encima. “Si no hubiera ascendido, Oliver se habría marchado y habría dejado al Xerez tirado, fijo. Que se vaya y que el Xerez juegue aquí. La política no nos interesa, y esto se está utilizando mucho políticamente”.

La dimensión política de la polémica es algo que no se le escapa a la gente. “Había veces en que el palco del Xerez parecía una reunión del PP”, dicen. Juan Pedro Cosano, abogado de Oliver, fue candidato a la alcaldía de Jerez por el PP. También participa en la defensa de Manuel Ramírez, el “Cunete”, aquel famoso concejal del PP de Sanlúcar al que intentaron sobornar. La relación con el alcalde de Sanlúcar, también del PP, dicen que habría sido determinante para que fuera Sanlúcar el sitio elegido para que jugara el Xerez. Muchos piensan que el PP está utilizando este asunto para atacar a Pacheco, aunque los populares jerezanos dicen que “el PP no está detrás de nadie” y que “el que el Xerez no juegue en la ciudad tiene un único responsable: Pacheco”, aunque se muestran de acuerdo con que sigan adelante los pleitos y demandas que ha planteado el gobierno municipal contra Oliver.

Pero más allá de todas sus oscuridades y ramificaciones, el pulso que mantienen Pacheco y Oliver, o la gordura de sus orgullos, ha estado despojando a la afición de ese trofeo primero y esencial que es su equipo, una afición que ya veía como enemigo a Pacheco, pues el Xerez va bien y eso, en fútbol, lava todas las maldades e indulta de todas las sospechas. Pacheco contra Oliver. Tienen ya carretones de querellas y contraquerellas, demandas y denuncias, van los dos cada día despertando a los funcionarios de los juzgados. Parece que el Xerez volverá a su ciudad. “Tendrán campo en diez días”, dijo el jueves, desdiciéndose, Pacheco. Pero al final, muy lejos de los intereses de uno y otro, quedará siempre, como dice un paisano, la dolorosa imagen de dos chavales en mobilete, yendo para Sanlúcar sin casco y sin luz, con la bandera del Xerez haciendo de capa. Todo esto es el fútbol.


LUIS OLIVER
Empresario de todo y de nada

Personaje oscuro, empresario de todo y de nada, con millones en los papeles y sólo un pañuelo de seda en el bolsillo. Nació en un pueblecito de Navarra y ha pasado por Zaragoza, por Madrid, por toda una estepa de ciudades y reyertas, dejando esquirlas y portales clausurados. Empezó vendiendo libros, se metió en la construcción, tuvo una empresa de seguridad de la que le quedan sus gorilas. Le nace el dinero de humo a partir de la sonrisa y el trato. Es listo, enredador, ambicioso y resbaladizo. Dicen que va dejando damnificados, deudas y embargos. Dicen que Mario Conde fue padrino de su boda y que el gran tiburón de Banesto estuvo siempre detrás del Xerez. Ha traído a Schuster, a Lardín, ha llevado al equipo a segunda sin pagar los hoteles. Es de los de vida trepadora, es de los que suelen pegarse al fútbol como un sacramento de pueblo y desafuero. Algunos lo comparan con Gil pero en menos bocazas y en menos tragón, un Gil que hubiera empezado por la barriada. En los bares a los que va cuentan que es buena gente. Pero nadie cree que sea un angelito, ni él tiene, desde luego, intención de serlo.

PEDRO PACHECO
Alcalde inmarcesible

Señor de Jerez, alcalde inmarcesible, rey plebeyo coronado de populismo y aceite de motor. Pero no se puede reinar inocentemente, y dicen que maneja Jerez como una casa de muñecas. Lleva veintidós años de primer edil, todas las hechuras de Jerez se pensaron a la medida de su pernera. Tiene la ciudad en el jardín y los autobuses pintados de rosa. Ni un gorrión cae al suelo sin su consentimiento. Vive en la “Moncloíta”, con un coche siempre en la puerta donde hacen crucigramas sus guardaespaldas. Se inventó su andalucismo partiendo del chaleco, un andalucismo que es hinchar el pueblo y poner a Hércules y a sus leones a trabajar como vovis. Él es Jerez, él es todo lo que Andalucía debería ser, piensa. Expulsado del PA por sus broncas con los hombres sevillanos del andalucismo, ha creado partidos como reuniones con los primos. Es arrogante, tieso de mandíbula y gesto, de insulto fácil y lengua espesada, muy gritón de verdades que a lo mejor no los son tanto. Es salvador o cacique, es protector o tirano. Es un abogado que dijo que “la Justicia es un cachondeo” y es el último señorito en una ciudad que ya no tiene señoritos.

 

 

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