Luis Miguel Fuentes

8/04/02

REPORTAJE

CINE / EL MAL TIEMPO HA DESBARATADO LOS PLANES DE FILMACIÓN

James Bond caletero

El rodaje de la nueva entrega del agente secreto británico es una invasión amable de Cádiz y casi una caravana berlanguiana con muchos dólares


LUIS MIGUEL FUENTES

CÁDIZ.- El malo es un chino feo, con mucha cara de malo, rapado tibetano y algo clueco de piernas, de tanta patada y tanto vuelo. “Ése tiene que ser el malo, la cara la tiene...”, dice la gente frente a la entrada del Castillo de San Sebastián, en los primeros días de rodaje. Y es que los gaditanos van haciéndose su propio reparto e inventándose el guión de este James Bond caletero a partir de las muecas de los electricistas y los guiris que entran o salen del Castillo, del Balneario, del Campo de las Balas. El malo o uno de los malos, un sicario, sin duda, con pantalón bombacho blanco, con el torso desnudo o casi, con una pose como de llevar una lanza o un hacha que le acabaran de quitar de las manos los de atrezzo. El malo con una ferocidad oriental apaciguada por la incongruencia de un móvil y un chaquetón que le han puesto en la mañana que amenaza lluvia. Cádiz o La Habana, ahora con un algo de Shangai, por el chino, mira qué cara de malo que tiene el tío, y parece que del agua de La Caleta vaya a salir un dragón de pólvora y hechicerías. Y el chino, que ha salido en un parón del rodaje, salta ágilmente hacia las piedras que rozan el mar, donde hay algunos miembros del equipo ensimismados en sus disposiciones y agujeros, en un mariscar cinematográfico de no se sabe qué secretos de la película. El chino, luego, olvidando de nuevo las escaleras, trepa por el muro y vuelve al castillo, que seguro que es el malo, uno que sabe kung-fu y esas cosas, que le va a zurrar el James Bond de lo lindo, ya verás.

Con el rodaje suspendido hasta hoy el lunes, donde, si el tiempo se porta, el Campo del Sur será el Malecón y más de mil extras harán de cubanos más o menos apócrifos, en Cádiz se han tenido que conformar con poco más que este malo falso. Una ración quizá demasiado breve de Hollywood después de haber andado el istmo larguísimo que une el Castillo de San Sebastián con el Campo del Sur, donde Cádiz recibe al océano y a los vientos.

Ventazo y chubascos
En el castillo comenzó el rodaje de la película, estorbado de nubes, ventazo y chubascos, y allí va la gente como a un parque estrecho y amarejado, hasta que el vigilante jurado les para, porque los rodajes de las cosas de agentes secretos son también secretos y nadie puede ver que Pierce Brosnan se tropieza, o que no sabe dar puñetazos sin la magia de la posproducción, o que el que se tira de lo alto es otro tío mientras el guapo se va a que le masajeen la espalda. Todo eso humaniza al mito y queda feo y vulgar.

La gente esperaba helicópteros y explosiones, pero los primeros días sólo dan un ir y venir de furgonetas, microbuses vacíos y unos Jaguar con productores o maquilladoras. Esperaban ver a Pierce Brosnan o a Halle Berry, que se sabe que hacen incursiones de guapura y velocidad por la ciudad pero allí no hay quien los vea. “Hemos venido varias veces y no vemos a James Bond por ningún lado”, dicen unas chicas estudiantes, que están allí comiendo gusanitos y lamentando que eso de las películas no de tanto espectáculo como esperaban. A falta de estrellas, se entretienen con el mar conocido y con la estampa del Balneario de La Caleta, con sus torres como teteras muy blancas y sus banderas cubanas.“Aquí qué va a ver uno, nada”, dice Antonio, con gorra, sotabarba y pendiente, como un pirata viejo y ventanero.

Pero además de escépticos contempladores, hay quien se ha hecho especialista en la película y esparce su sabiduría bondiana entre los curiosos. José Luis Bustelo, padre del letrista de aquel pelotazo que fue Una chirigota con clase, explica con deleite cómo los efectos especiales borrarán el istmo y convertirán el Castillo de San Sebastián en una isla, cómo James Bond llegará herido y suplicante en una lancha espectacular a aquello que será un hospital, cómo se va a volver a repetir una escena con un helicóptero fastidiada el primer día, cómo van a convertir el Mercado en una fábrica de tabaco, cómo han contratado a uno que parece mismamente cubano para que haga de cocinero con puro (de los buenos) y cómo fue la juventud de boxeador de Kid Betún, el extra más gadita, que hará de limpiabotas y que ya entra en cochazo por el rodaje, como un galán feo de La Viña.

James Bond y sus muchachos llenos de destornilladores han hecho una invasión amable de Cádiz, han levantado carpas y grúas en el Castillo de San Sebastián, han cercado el Balneario de la Caleta, han puesto torres por la Catedral, se han atrincherado detrás de los desconchones del Campo de las Balas, han traído camiones como soviéticos y lanchas afiladísimas, han puesto en las puertas a mucho vigilante jurado y a mucho tipo con pinganillo en la oreja, han repartido tarjetitas de identificación con la pistola de 007 como una guirnalda y, en fin, han revolucionado la ciudad.

"Siete como ésta"
“Esto es una maravilla”, dicen unos hombres que está construyendo o reparando una escalera que baja del istmo del Castillo de San Sebastián hacia las rocas. “Lo que hace falta es que hagan siete películas como ésta, que le den vida a Cádiz”, añade, mientras sus compañeros asienten. Aunque hay quien se lo toma con ironía y guasa: “Ah, ¿es que están haciendo una película en Cádiz?”, dice con mucho retintín un paisano.

A Pierce Brosnan, la gente empieza a quererlo como a una infantita, lo adornan con todos los dones de la simpatía y la galanura hasta los que sólo lo han visto por televisión. “Ese James Bond es buen chaval, simpático, abierto, que se puso tibio de cazón en adobo y de tortillitas de camarones”, dicen por La Caleta, sabiendo que eso es prueba irrefutable de bonhomía. Y las mujeres, es que se derriten. “Guapísimo”, dice una señora, abrazando las lechugas que acaba de comprar. “Las mujeres, apelotonás, las tiene alborotadas a todas”, dice Antonio Rosales, del bar Orozco, por La Viña, recordando cómo se puso la calle cuando el actor fue a comer al restaurante El Faro de Cádiz.

Pero 007, además de su glamour entre irlandés y bandolero, ha traído también bastante trabajo, y no solamente por los extras y cubanos postizos que se agolparon en la Perla de Cádiz para el casting. “Esto está dando trabajo, que aquí hay mucho paro”, explica Jesús, estampa gaditanísima de hombre con gorra y caña, en el Campo del Sur, pescando pececillos y ventarrones con mucha sangre gorda. “Han hecho un chiringuito cubano, un muelle, y han cogido electricistas, carpinteros, escayolistas, de todo –cuenta—. Yo también me apunté en la lista, estoy el 160, pero no me han llamado”.

James Bond con bolsa de trabajo es algo más que la magia del cine y que una cara guapa haciendo guiños a Teófila Martínez: es ya casi una caravana berlanguiana con muchos dólares que se les caen de las riñoneras a estos guiris. Cádiz mira a La Caleta por si ve un Aston Martin, un helicóptero cayéndose o, mejor todavía, un par de semanas de curro, aunque sea haciendo de muerto.


El cazón en adobo de 007

Las estrellas de Hollywood se van convirtiendo brevemente en gaditas por el estómago, que suele ser buen lugar para comenzar, mientras hacen feliz al pueblo con su roce y dejan a las maris desmayadas en la calle. “Tortillitas de camarones, cazón en adobo, gambas de la Bahía, pargo a la sal, helado de pasas con tocino de cielo...”. Maite Córdoba, del restaurante El Faro de Cádiz, esta alegre e internacional mientras cuenta cómo Pierce Brosnan se coló por las puertas el pasado jueves y comió como mortal aquel menú de ensueño, recomendado por ella misma. “A las 12:45 se presentó con los de seguridad y varios de la película, justo el día en que celebrábamos el 38 aniversario”, cuenta. El restaurante, pacífico de ocres, jamones y vigas de madera, recibió al actor ante el estupor de trabajadores y clientes. “Este se quedó así”, cuenta un joven camarero extendiendo la mano y abriendo la boca, imitando a su amigo. Otro camarero se hizo varias fotos con él, llegando a ponerse muy peliculeramente un tenedor como pistola sobre el pecho. “La cuarta o quinta vez que me eché una foto con él me miró como diciendo: picha, ¿otra vez tú? –recuerda otro- ¡Qué bien nos lo pasamos!”. Maite Córdoba describe a Pierce Brosnan como “encantador, super cariñoso, se hizo fotos con todo el mundo, desde el que limpia el pescado hasta el mâitre” y enseña una foto en la que el mismísimo 007 la coge de la mano. Brosnan tiene ya reservada una mesa mientras dure el rodaje, bajo un cuadro de pescadores. Maite Córdoba refiere como también la oscarizada Halle Berry cenó allí “y quedó encantada”. Para Berry se ha reservado igualmente un salón, lleno de escudos y cuadros de pimientos y uvas, un salón donde ha comido también el Rey. Son otros reyes estas estrellas, al fin y al cabo, con el cetro pelón de un Oscar o el cetro pequeñísimo y poderoso del boli de firmar autógrafos.

 

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