Luis Miguel Fuentes

1/10/01

REPORTAJE

LA COMPRA DE VOTOS E INTENTOS DE SOBORNO PLANEAN SOBRE EL AYUNTAMIENTO DE LA LOCALIDAD GADITANA

Oscuridades y sobornos en Tarifa


LUIS MIGUEL FUENTES

TARIFA .- Quizá porque en Tarifa se dan la vuelta todos los vientos y los océanos, su política municipal es tornadiza y levantisca, inhóspita y honda. Hay que ir por los pasillos de su ayuntamiento descifrando jeroglíficos, esquivando trampas y secretarias que afilan arpones como uñas. En Tarifa llaman con guasa a la plaza del Ayuntamiento “Los lagos”, que es o era un prostíbulo muy conocido en la zona. Exageración seguramente, claro, pero bastan unas horas allí para darse cuenta de que sus cuitas municipales son enredadas, oscuras y malencaradas.

La noticia sobre el supuesto intento de soborno del PSOE a un concejal del TAIP (Tarifa Agrupación Independiente Popular) para impulsar una moción de censura, no es sino una última voluta en un Consistorio muy adornado ya de rarezas y pactos violentados, de insidias y navajeos que vienen desde muy atrás. Tarifa tiene además esa metralla imprevisible que es un partido independiente, el TAIP, nacido en parte de escisiones y rebotados del PP, y en parte de aquella revolución pequeña del “cable de Tarifa” que creó nuevos líderes entre los más lanzados de las manifestaciones.

Para comprender lo que ocurre en Tarifa es imprescindible volver al año 99, a las elecciones municipales. En aquellos comicios, el PSOE consiguió 8 concejales; el PP, 4; los independientes del TAIP, también 4; y por último, IU-CA, un solo concejal. Con nueve como el número que daba la mayoría absoluta, el representante de IU-CA, Juan Andrés Gil García, tenía la llave del poder. Con la costumbre y el mercadeo habituales en este tipo de componendas, el PSOE ofreció una buena concejalía a Gil García a cambio de su apoyo. Pero él quería la alcaldía. PP y TAIP se unieron para ofrecérsela, pero como IU se oponía a ese pacto antinatural, Gil García decidió abrazar la conveniente religión de los tránsfugas para unirse al PP y al TAIP. Juan Andrés Gil García, que obtuvo poco más de 400 votos, es, sin embargo, el actual alcalde de Tarifa. Otro caso de transfuguismo flagrante y bochornoso, que PP y TAIP defienden aparándose en que la ley lo permite. Pero ya se sabe que no es lo mismo ley que justicia, aunque a lo mejor sí es lo mismo política que compraventa, según se ve en el ejemplo tarifeño.

Échale mano

José Antonio Pinto, el concejal del TAIP que dice ahora que el PSOE intentó sobornarlo, es un hombre llano y algo vehemente. Era marinero, hasta que cambió las artes de pesca por las artes de la política, que también utiliza cebos y anzuelos. Explica su historia: “Al principio de la legislatura, me llamó un amigo pescador para que habláramos, pero me dijo que en el Ayuntamiento no, que mejor desayunáramos un día en el puerto. Estuvimos en la muralla, charlando y haciendo bromas, hasta que me dijo que había dirigentes del PSOE de más alto nivel que querían que me fuese con ellos, que me sentara a hablar, y que iba a haber dinero”. José Antonio Pinto hace entonces un gesto rotundo y asegura que “con dinero por medio, él no quería saber nada”. Según su versión, este amigo suyo, cercano al PSOE, remató el tanteo de tal guisa: “Échale mano y me dejas algo para tabaco”.

José Antonio Pinto cuenta que hubo hasta cuatro contactos del PSOE con el grupo TAIP para una posible moción de censura, en las llegó a estar, dice, Rafael España, subdelegado de la Junta en el Campo de Gibraltar. Detalla lugares, restaurantes y hasta menús, aunque en estas conversaciones no se habló de “lo suyo”. No cuajó el pacto entre PSOE y TAIP, y hubo entonces, según Pinto, un segundo tanteo para conseguir su voto de traición. Fue en su misma casa, dice, cuando estaba enfermo de varicela. “Me lo volvieron a soltar otra vez por lo bajini —cuenta Pinto—, que no fuera tonto, que yo era muy apreciado en el PSOE”. No quiere decir, sin embargo, quién fue este discreto mensajero. Misterioso, aclara que “ya lo diré cuando tenga que hacerlo”.

Pero la pregunta es por qué se saca a relucir ahora este suceso tan lejano, que ocurrió al principio de la legislatura. Pinto da su explicación: “Lo saco ahora por la política rastrera del PSOE, que ya ha empezado con insultos y descalificaciones personales”.

Enchufes

Pero desde el PSOE, las cosas se ven de manera muy diferente. “Falso, no ha habido intento de soborno. Es una cortina de humo para tapar las denuncias de contrataciones ilegales que estamos haciendo”, explica Bartolomé Iglesias, secretario general del PSOE local, mientras asiente Antonio Ruiz Giménez, el portavoz del grupo, que tiene algo de sindicalista enfadado. Presentan entonces una lista muy pormenorizada de esposas, hermanos y cuñados de concejales y afiliados del PP y del TAIP colocados en el Ayuntamiento o en sus contigüidades. Comentan el caso más curioso, el director de Radio Tarifa, que pese a ser “sólo vendedor de motos”, dice el PSOE, “se llevó el puesto por delante de licenciados y periodistas profesionales”. Radio Tarifa es muy criticada por el PSOE. Es una emisora tan municipal que su redacción y el gabinete de prensa del Ayuntamiento son la misma habitación y las mismas personas.

“En una ciudad de 15.000 habitantes —continua el secretario general del PSOE tarifeño— el Ayuntamiento se gasta 70 millones al mes en nóminas, y casi todos son cercanos al PP o al TAIP. Pero si tienen hasta un asesor taurino, que aquí sólo hay una corrida de vez en cuando...”. En cuanto al presunto intento de soborno, insisten en que “no hay testigos, sólo su mujer, cuando fueron, dice, a su casa”. Hay, sin embargo, una palabra un tanto torpe que se les escapa al portavoz del PSOE y que resulta tremendamente sospechosa: “Oficialmente, nadie del PSOE ha hablado con Pinto”. “Oficialmente”, he aquí el acento y la intención.


“Y tú más”

Las acusaciones de enchufismo son también contestadas desde el PP y el TAIP con más cuñados y sobrinas. Otra vez aquello del “y tú más”, que siguen utilizando los políticos sin darse cuenta de que no justifica nada. Antonio Jiménez, portavoz del PP, lleva una camisa de un color naranja raro que le da un aire como de bombero o algo así (a lo mejor lo es). Habla extrañamente divertido, incluso pícaro, y explica que las acusaciones del PSOE sobre contrataciones irregulares “son parte de la política del ventilador del PSOE, un pataleo por lo del enchufismo en la Diputación [de Cádiz]”. También él tiene sus listas de paniaguados del PSOE cuando estuvieron gobernando en el ayuntamiento tarifeño. Pero no desmiente la tropa de familias que está colocada ahora. Sonríe y se encoge de hombros, como queriendo significar que ya se sabe que esas cosas son así. Sí se apresura a pedir responsabilidades políticas por el intento de soborno, que según Antonio Jiménez confirma la “política rastrera del PSOE, como ocurrió en Sanlúcar”.

Miserias en miniatura

 José Antonio Pinto, el supuestamente “tanteado” por el PSOE, que es el concejal de personal, sí distingue entre su actuación en las contrataciones y la del PSOE. “La diferencia es que yo atiendo a todo el mundo, y he contratado también a gente del PSOE a raíz de llamadas del propio Antonio Ruiz Giménez”. Haga el PSOE las denuncias que haga, todos los contratos a gente por causas sociales, a gente con pocos ingresos, los voy a defender, sean del partido que sean”.

Una alianza artificiosa, un alcalde tránsfuga que se vendió al mejor postor, una denuncia de soborno muy a destiempo, enchufes y arrecogidos de uno y otro lado. En el Ayuntamiento de Tarifa, todos parecían mentir un poco, pero siempre con normalidad y soltura. Los municipios tienen todos los usos y miserias de la política pero miniaturizados, con esa gracia de que el tendero se monte una Gescartera con la hucha, que eso no llega a salir en los periódicos. Es ahí, en el municipio, en la plaza, en las oscuridades de Tarifa o La Línea o de aquel soborno sórdido de Sanlúcar, donde se ve nacer de cerca el dinero fluyente y asomadizo que los políticos se empeñan en mostrarnos como su única ideología y excusa apenas despuntan en el pueblo.


El Ayuntamiento, la primera empresa local

En Tarifa, esa ciudad que baja hacia el mar y hacia África, por entre sus calles como una judería, la gente se muestra escéptica o indignada con el equipo de gobierno municipal. “Este Ayuntamiento es la monda, hacen lo que quieren, como todos”. Una ex-concejal de IU comenta que “mientras están discutiendo y acusándose, ahí está el problema de la especulación en Atlanterra y el Chaparral, y los 1800 millones por aquello del cable, de los que se han gastado sólo 500, a ver dónde está el resto”.

Tarifa es zona jugosa para urbanizaciones y constructores, con Atlanterra, ese murallón de grava que se quiere comer la costa, como estandarte. Se quejan en los bares y en las plazas de que el Ayuntamiento sólo se dedica a esos menesteres tan alimenticios, mientras que la ciudad está abandonada. El Ayuntamiento tarifeño es visto por la población como una especie de entelequia, sin más fin que él mismo: “En Tarifa, el Ayuntamiento es la primera empresa —dice un paisano—. Ya ni hay pesca ni nada, y sólo unos cuantos autónomos y comerciantes. El resto de la gente lo que hace es meterse en política o ir llorando al Ayuntamiento a pedir un trabajito de lo que sea, porque hay mucho paro”.

El presunto soborno no parece extrañar a nadie. Mohamed, marroquí, licenciado en filología hispánica y dueño de una agencia de viajes, comenta que “el soborno no puedo ni desmentirlo ni confirmarlo, pero tal como está la cosa no me sorprende nada”.  “Son todos un atajo de sinvergüenzas”, aseguran sin tapujos en un bar. Desencanto y resignación entre los tarifeños, a los que los sucesivos gobiernos locales, de uno u otro partido, parece que les han ido inculcando escepticismo o directamente asco hacia la política y todos sus guías.


 

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