Luis Miguel Fuentes

7/10/01

REPORTAJE

Alta tensión en Huelva, ¿pelotazo o cacería política?

Pedro Rodríguez habla de "linchamiento", pero la oposición se frota las manos ante un escándalo que amenaza al alcalde del PP más votado


LUIS MIGUEL FUENTES

HUELVA .- Huelva tiene un horizonte lleno de botellas de humo y un ayuntamiento lleno de cacerías. Su alcalde, Pedro Rodríguez, del PP, uno de los alcaldes más votados de España, sobrado de mayorías, ha ido viendo como le asaeteaban con centones de denuncias, cincuenta y cuatro, de las que dos de ellas han llegado a las alturas del Tribunal Superior de Justicia de Andalucía, letras picudas que le corresponden por su condición de parlamentario andaluz, y por lo tanto aforado. Las supuestas maldades de lo que llaman el caso “Isla Chica” vienen de la recalificación y venta de los terrenos municipales del Estadio Colombino para salvar al Recreativo de Huelva de esa muerte hombruna de los equipos de fútbol, el Recreativo que necesitaba velozmente 2.700 millones para convertirse en Sociedad Anónima Deportiva, pero sólo le quedaban papeles de bocadillos en los cajones.

Pero recalificación, terrenos, constructoras y ayuntamiento son palabras que juntas forman una miel riquísima para sospechas, insidias y toda la afiladura de los aprovechamientos políticos. La oposición, con su ojo suspicaz, ve un caso de pelotazo urbanístico y beneficios oscuros para las constructoras, además de la posibilidad de herir de muerte a un alcalde que tiene la abundancia de las mayores expectativas de voto de toda España. El alcalde y su equipo, sin embargo, ven solamente un rescate necesario, una actuación valiente a la que a lo mejor se le quedó alguna trampa en una coma, pero todo para evitar que el decano del fútbol español terminara en el cuarto de las escobas con todos sus trofeos como si fueran palanganas.

Más allá de los capiteles del derecho administrativo y de lo que puedan decidir los tribunales, este caso está siendo un vistoso escaparate para la canallería política. En un reciente pleno muy intenso y caníbal, un joven concejal del PP, Jaime Pérez, se hizo brevemente famoso por extender el dedo más inconveniente al alzar el brazo para votar en contra de una comisión de investigación sobre el caso “Isla Chica”. Es algo que, dicen, suele hacer muy a menudo cuando vota propuestas de la oposición. Según cuenta José Fiscal, del PSOE, también les llegaron a llamar “mafiosos y golfos”. 

Sin embargo, en el pleno sobre el estado de la ciudad, los ánimos están bastante más calmados. Bajo las arañas del salón, una de las cuales está desnuda y queda como el bastidor de un vestido rococó, hay una mesa larga como la del comedor de Drácula, donde algunos concejales quedan de espaldas al atril. Estos sólo se giran cuando habla uno de los suyos, y durante el resto de las intervenciones hacen papiroflexia o meditación. Buen ejemplo de lo que debe ser la cortesía política. Allí está el concejal del dedito, Jaime Pérez, muy engominado y tieso, como si hubiera salido de aquella chirigota del Selu, “El que vale, vale”, con una presencia entre yupi, capillita y niñato pijo en un sábado de feria. Da otra vez la nota tapando la cámara de un fotógrafo que iba a coger el alcalde en un gesto de tedio. Entre los cromos que tiene el PP por concejales está también un delegado de seguridad ciudadana que sabe kung-fu, una delegada de turismo que es una Barbie y otro con cierto aire de Nerón del barrio que llama a los periodistas igual que a los camareros. En el PSOE, distrae una chica muy guapa que se levanta varias veces para endulzar el larguísimo pleno. El concejal independiente, Francisco Nieves, rebotado del PP y con ínfulas de “estadista” según dicen, se muestra inquieto y dolido, y no deja de quejarse de que no se le dé despacho ni atención.

Frente a la crispación del pleno anterior, el debate transcurre como una esgrima muy pausada y sin sangre, excepto quizá el enfrentamiento personal entre el alcalde y Francisco Nieves, donde se vislumbran revanchas y oscuridades del pasado. “De guante blanco”, se comenta después mucho. Sin embargo, a alguien del PP se le escucha: “Ha estado mal, flojo y bajo de tono”. ¿Se refiere al alcalde? Después del pleno, la gente del PP queda tristona y desenchaquetada.

En el incruento pleno sobre el estado de la ciudad apenas se menciona “Isla Chica”, pero es algo que sigue latiendo en los pasillos. José Fiscal, del PSOE de Huelva, asegura en un descanso del pleno que “la verdadera razón no ha sido salvar al Recre, sino la especulación, beneficiar a una empresa, el pelotazo”. Y es que la constructora que compró inicialmente los terrenos del Estadio Colombino por 2.700 millones vendió poco después el 62% por 5.100 millones. ¿Usos normales del mercado?

También se intenta relacionar a una antigua empresa constructora del alcalde, Saltés, cerrada hace seis años cuando accedió a la alcaldía, con Odeinsa, la que compró inicialmente los terrenos. La acusación, sin embargo, tiene mucho de rebuscada y gratuita: un socio que lo fue de Saltés es ahora socio de Odeinsa. El alcalde, Pedro Rodríguez, insiste en que “esa empresa está cerrada hace seis años, aunque no se dio de baja en el registro mercantil”. Pedro Rodríguez tiene muy claro que se trata de un “linchamiento” y que “lo que buscan ya es mi persona”. “Se inventan —continúa el alcalde— que soy socio de la empresa que ha comprado los terrenos, y eso es falso, levantan una calumnia que se queda ahí y hace mucho daño”. El alcalde, parece, tiene ya ese atractivo blando y solícito de las dianas, y sus adversarios políticos están utilizando con tino todo los proyectiles a mano, tengan o no peso.

Detrás de las denuncias está la Plataforma Isla Chica, formada inicialmente por vecinos de la zona del Estadio Colombino que se agruparon para impedir que se construyeran más viviendas en un barrio que consideran ya saturado. A esta plataforma se fueron uniendo partidos como el PSOE e IU, sindicatos y algunas asociaciones como Ecologistas en Acción. Desde el equipo de gobierno se acusa a esta plataforma de ser una tapadera para intereses políticos y de estar controlada por el PSOE.

En Isla Chica, en los alrededores del Estadio Colombino, muy afeado de ladrillos y amarilleces y con aspecto de plaza de toros aplastada, se ven pancartas en los balcones (“En el Colombino, un parque”) colocadas por la Plataforma Isla Chica. Pero resulta difícil entender que unos vecinos que sólo quieren un barrio más aireado terminen recurriendo a una milicia de abogados y llevando a los tribunales penales al alcalde, cuando de su procesamiento, si ha lugar, no saldría ni el parque que quieren ni más cielo para su barriada. No se entiende a menos, claro, que la máquina fiera de los intereses políticos se haya colocado tras sus eslóganes para decorarles los balcones de la manera más lucida. El presidente de la plataforma, Cristóbal Forjén, desmiente esto sin embargo y asegura que “nunca ha estado metido en política“ y que “la denuncia ha sido el único camino que nos ha dejado el alcalde, que nunca ha querido reunirse”.

En el Estadio Colombino hay bares, peluquerías, retratistas. En un bar, hacen bromas sobre las reivindicaciones de la plataforma: “Están mosqueados porque les van a quitar el estadio y no van a ver el fútbol gratis”. Hay un coro de risas. Parece que ni la posición ni la beligerancia de la Plataforma Isla Chica se comparten de forma general en el barrio: “Esos de la plataforma, son cuatro”, dice otro vecino. El alcalde se jacta de contar con el apoyo popular, y parece que en la calle eso se nota: “El Recre está salvado y tenemos estadio nuevo para cincuenta años, eso es lo que importa”, comenta un taxista.

Pelotazo urbanístico o persecución política, engorde de constructoras o el buen fin de salvar a un histórico del fútbol español. Bajeza, de todos modos, en las apariencias y en las actitudes. En política, rara vez se distinguen los buenos y los malos.


El complicado 'caso Isla Chica'

En el año 99, el Recreativo de Huelva ascendía a Segunda y se veía obligado a convertirse en Sociedad Anónima Deportiva. La cantidad necesaria, según las fórmulas que se calculan en estos casos, era de 2.700 millones. Demasiado dinero para el Recre, fuertemente endeudado. Todo Huelva escondía las manos en los bolsillos, así que el Ayuntamiento decidió vender los terrenos del Estadio Colombino, de propiedad pública, para salvar al Recreativo. Se desafectaron los terrenos, cuyo valor se estableció precisamente en 2.700 millones, y se transfirieron a una empresa municipal creada expresamente, Huelva Deporte, que los sacó a concurso. Una constructora, Odeinsa, los compró. Con el dinero de esta venta, Huelva Deporte adquirió el 97% de las acciones del Recreativo de Huelva, que ya, así, podía seguir existiendo.

Las denuncias insisten en el hecho de que el dinero de la venta de un bien público, como es el Estadio Colombino y sus aledaños, sólo podía invertirse en otro bien público, pero no en la compra de acciones de un club de fútbol. Es ésta una de las oscuridades que ha reconocido también el juez del juzgado de instrucción nº 4 de Huelva en su auto. Sin embargo, desde la alcaldía se tiene claro que la supervivencia del Recreativo de Huelva, símbolo histórico de la ciudad, sí era de un notorio interés público. Otra de las presuntas irregularidades está en que la operación requería la modificación del PGOU, y no la vía de un estudio de detalle, que es la opción que se utilizó. También el auto del juez reconoce este hecho. El alcalde justifica esta anomalía por la urgencia, ya que la modificación del PGOU hubiera sobrepasado el plazo para la conversión del Recreativo en Sociedad Anónima Deportiva. Todo esto queda, con la ampulosidad del lenguaje jurídico, en algo tan abrupto como “indicios racionales de criminalidad” en tres tipos de delitos, “prevaricación, malversación y contra el ordenamiento urbanístico”.


 

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