El Cínico

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26/09/99

Mario Conde

Cada vez me convenzo más de que a la política se llega por ingenuidad o por sinvergonzonería. Por ingenuidad, la verdad, sólo llegan algunos chavales de pueblo, con su castidad tibetana de principios y utopías, esos que se meten en una lista para salir de concejales de algo de cultura o juventud y ponerse a cambiar el mundo en su barrio. Luego, claro, les irá tentando el reverso tenebroso durante los cafelitos y los almuerzos de trabajo con los constructores, y ahí es donde se perderán o se salvarán sus almas. El resto, o sea, los inútiles, los chorizos, los famosillos y los cuñados, entran en la cosa por sinvergonzonería. Pasan de coqueteos mojigatos con el lado oscuro y se lanzan derechos a su entrepierna apenas atraviesan el umbral, un umbral sin vuelta atrás que es como el de la puerta del infierno de Dante pero con la leyenda en alegre y en pancarta de colorines.

Ahora que ha descuajado los barrotes de su primera prisión, Mario Conde quiere pasear su tiesura por el mundo de la política, presentándose por el requemado CDS como candidato a la presidencia del Gobierno (si la Ley le deja, que no está muy clara la cosa). Mario Conde es un escualo resbaloso con cartílagos engominados acostumbrado a la vida depredadora del mar y de los negocios a lo grande, un hombre-pez de agilidad líquida que devora agujeros de miles de millones con la dentadura floja y filosa de sus hermanos tiburones. Estandarte del pelotazo, cuello más estirado del mundo del mangoneo fino, galán financiero que pone cachondas a las secretarias, Mario Conde tiene esa listeza práctica, acerada y voluptuosa de los cambistas, ese mercantilismo vital que merecería el desprecio o la indiferencia de Diógenes y que horroriza tanto a los poetas de pueblo, últimos herederos de aquellos cínicos.

En política, esto es como el zorro viviendo en el gallinero, y es peligroso confiar en los zorros aunque te digan que se van a hacer vegetarianos, porque lo más seguro es que intenten hincarte el diente en la pechuga a la primera oportunidad. A Mario Conde no le va la política de sacerdocio filantrópico, ni es el sabio filósofo que nos pintaba Platón gobernando su República. En Mario Conde lo que se asoma más bien es otro Gil, otro comisionado del mesianismo de gestoría y contratas, pero en chico Martini y en Armani. Lo suyo es ver o presentir millones detrás de cristales ahumados, recolocarse la corbata de seda hablándole al dictáfono en femenino desde el yate. Preocuparse por reducir el paro o mirar por la Seguridad Social le quedaría a él grosero y currela. Lo suyo son las altas finanzas de un ático acristalado con jacuzzi y rubias tontas haciéndole las burbujitas a lo Pretty Woman.

No parece sino que Conde ha comprado el CDS como un castillo escocés con fantasma -el de Suárez- para intentar salvarse de la quema en plan 'ninot indultat', igual que Ciscar en esa paella sin marisco que ha formado el PSOE en Valencia. Medio siglo de pena es lo que le sopla a Mario Conde en las orejas por el caso Banesto, y, después de conocer lo que es el talego con la condena de Argentia Trust, la libertad bien merece una campaña con su demagogia y su populismo, que eso a los guaperas con pasta siempre les sale muy bien, que venden sólo con menear la cadera, como Ricky Martin.

El CDS no se merece esto, que vengan a mercadearle su centro, su historia y el nombre de Adolfo Suárez, por muy achicados que se hayan quedado, por muy constreñidos que estén en la piedra romana de Segovia. Dolidos, algunos de sus dirigentes y militantes ya se han revelado contra esta operación de reventa o traspaso y se han ido a quitarle las telarañas a su nostalgia fuera del partido. Mejor seguir con ocho millones de presupuesto que no que te chuleen, pensarán.

De momento, la patosa contradicción entre el Código Penal vigente y la Ley Orgánica del Régimen Electoral General nos mantiene expectantes. Menuda campaña se presentaría con el personal fijo y además los dos pájaros adicionales Gil y Conde. Esto se está pareciendo cada vez más a un circo. O a una falla, claro.

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