ESTRELLA JOVEN - LA ESTRELLA DIGITAL

EL CINICO


Sensualidad, AVE y "stock options"

En la Sevilla sideral del 92, muchos metían las cabezas en las fuentes (¿microclima?) y otros metían las manos en el fogón del dinero rápido. La Expo trajo una arquitectura torcida, milenarista y brasileña, unos puentes enroscados, unas azafatas monas del Inem, unas autopistas de pega, un Curro submarino y un AVE funámbulo que exhibía su vértigo acristalado como un bicho raro, huidizo y astronáutico. Pero la innovación no dejó atrás el mangoneo, viejo vicio que no conoce centenarios ni modernidades.

El mangoneo viene a ser la constante cosmológica del universo humano, que hace que se expanda la civilización y mantiene unidas a las moléculas ociosas del poder. Porque la corrupción tienta a los poderosos, no a los pobres, ya nos lo dice toda nuestra tradición grecolatina (ahí se equivocaron los del soborno de Sanlúcar). A uno le ponen despacho, secretarias y VISA Oro y ya se van las manos solitas a la busca del dinero fácil, con esa glotonería o ley de la gravitación de los millones.

Aquel AVE primigenio, aquella rapidez azulada del Quinto Centenario, ocultaba en su metalurgia y su electrónica un dinerillo jugoso y levemente esotérico, y se dejó en las traviesas, con las prisas, un rastro nuevo de duros antiguos, como los que cantaba el tanguillo, duros que trincaron unas buenas almas recolectoras, camarilla de aviesos despabilados nacida al calor de los despachos y los cuñados como una flora intestinal de los poderes fácticos. Pero la historia siempre se repite, por hastío o falta de imaginación (el eterno retorno nietzscheano no es más que una nomenclatura para la falta de imaginación humana), y ahora, tanto tiempo después, igual que cayeron los de la España cortijera de Felipe, caen los de la España pija de Aznar.

Hay que decir en su descargo que el AVE da eso, que lo provoca, que tiene la lujuria marcada en su talle aerodinámico, como una criadita con cofia y muslos al aire. El AVE seduce de pasión, tiene en esos ojos halógenos y revirados un no sé qué de picardía juguetona que pone cachondo al personal. Con el AVE caeríamos todos, igual que con esa vecina buenorra que hay en todos los portales, la que sale a recoger la bombona de butano siempre con un botón quitado, siempre con un tirante del sujetador caído, siempre con la lubricidad a flor de piel, despeinándola. Nace un AVE, animal sensual, voluptuosidad de serpiente y pecado, y se le van todos los salidos detrás, babeando, hasta que alguno lo trinca. No se puede remediar, hay que comprenderlo y perdonarlo. Seguramente hay alguna figura jurídica para eso, algo como "impulso irrefrenable" o así, que me parece que lo he escuchado en Ally McBeal.

Sin embargo, lo de las "stock options" ya es el vicio por el vicio, gula que se despierta sola, sin provocación, sin la disculpa de la carne al relente, sexo frío, solitario, onanista, gesto de póker vacío de apasionamiento: tengo un amigo, lo pongo a privatizar una empresa y lo forro a él y a la compaña. Ya está. Sin seducción, sin el encanto del juego erótico (el "vorrei e non vorrei" que decía Zerlina), sin la incitación ni los guiños, sin el misterio del descubrimiento y la rendición, que es lo que excita. Eso lo tiene el AVE en sus redondeces, en su moverse furtivo y coqueto, en su atractivo de gacela tecnológica y voluble, pero no lo tienen las "stock options", orgasmatrón de sobremesa para utilizar entre descansos de junta directiva.

A Villalonga le ha quedado fea la operación porque no entiende la sensualidad, que es lo que gobierna el mundo en realidad, no el dinero. Lo de menos es que se repartan los miles de millones como se reparte uno con los amigotes un papelón de churros en esos desayunos tras las noches de borrachera. Lo grave es lo patosos y desabridos que son en el arte del faire l'amour. Villalonga, metido en faena, debe ser un soso de cuidado. A los del AVE les dominó la lujuria, ese pecado o bienaventuranza, seducidos por los encantos de un diablillo lascivo y pendular, y tienen el eximente de la sangre en ebullición, de la enajenación que produce la tiranía de las glándulas. Los de Telefónica hacen su sexo económico en frío, en virtual, plastificados en el látex de su ñoñez y sus memorandos. Eso es lo reprobable.

— ¿Y el festival de millones, Cínico?

Muy bien. Para ellos. Para pagar las terapias de grupo.

 

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