EL ESPECTRÓGRAFO DE MIRADAS

Luis M. Fuentes

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6/03/99

Internet y la Iglesia "modesna".

Antes, en botica había de todo. Por haber había hasta palabras curiosas, como "mancebo" o "manceba" (palabras semimuertas ahora, de las que sólo queda una reminiscencia algo chusca a disponibilidad sexual o a personaje cervantino). Nuestras boticas, que ya se llaman pulcramente farmacias y que sólo tienen en las estanterías aquellos botes de ingredientes cuando se les quiere dar una decoración gremial, decimonónica y entrañable, han perdido el misterio de cocina maravillosa y mágica, de hogar de oráculos y de druidas. Ahora donde hay de todo es en Internet. "Hay de todo, como en Internet", tenemos que decir ya, con aire algo molón y posmoderno, que es lo que pega ahora con el vértigo del milenio y de la fibra óptica.

Darse un voltio por Internet las primeras veces da algo de mareo, tanta cosa hay. Luego se acostumbra uno y frena esa vorágine de buscar las curiosidades más peregrinas y de charlotear con todo quisque, mejor cuanto más lejos esté en el planeta. En Internet hay de todo, cierto, pero de algunas cosas menos que otras. Por ejemplo, poco se ve en Internet a la gente española que escribe en periódicos (escriba poco o mucho, mejor o peor). Esto me contaba no hace mucho el maestro Antonio Burgos, que me decía, guasón como siempre, que cabemos todos en un taxi de muy poquitos k, mientras que los americanos ocupan megas y megas. Como en todo, maestro Burgos, y en Internet no iba a ser menos, lo americano nos sigue avasallando con su presencia excesiva y abrumadora, como de niño grandón y patoso en el recreo. Allí tienen sitio web hasta los gatos, y aquí, a los que mantenemos una página en la red con nuestras cosillas, todavía se nos mira con desafecto y aprensión tecnológica, como advenedizos de una cultura deshumanizada y casi apocalíptica.

En Internet hay de todo, tanto es así que hasta el jesuita Jorge Loring me apareció el otro día, como un espectro de la adolescencia y del ciberespacio, en mi navegador. Allí estaba, formando parte de esa Iglesia "modesna" que invade la red, una Iglesia que quiere ser guay y chachi, como Letica Sabater, pero que sigue, a pesar de todas sus páginas web y de los Java scripts, anclada en la misma pesadez medieval y tomista de siempre. Lo de Jorge Loring lo entenderán mejor los que, como yo, tuvieron que tragarse los videos de sus conferencias cuando el padre Fabián nos daba religión en BUP. Sí, porque yo era tan morboso que escogía la asignatura de religión, me fingía un creyente algo vacilante y me dedicaba a buscar polémica, a meter cizaña y a sembrar la discordia en las clases (yo ya de jovencito era así). Jorge Loring es de la vieja escuela, de los que siguen guardando debajo de la sotana (es un decir, porque ahora van de paisano o, como mucho, a lo clergyman) ese rencor de poder perdido, como de aristocracia derrotada, esa rabia de ver cómo ya no se controlan los pensamientos ni las vidas de las gentes, cómo no se les besan los anillos ni se les mandan cestas con choricitos del pueblo. Jorge Loring es de los que te dicen, sin sobresalto alguno, que igual que la electrónica está ahí pero pocos la entienden, tenemos que creer en la Santísima Trinidad (ese extraño ménage à trois de un padre, un hijo y una blanca paloma) porque la Iglesia lo enseña. Qué descaro tan impresentable, qué manera más soez y criminal de intentar engañar a los más crédulos o tontos. Desde luego, las chorradas son las mismas se pongan con letra gótica y monástica en los pergaminos o con etiquetas HTML en los servidores de la Web.

Pero para "modesno" tenemos a Rouco Varela, el flamante presidente de la Conferencia Episcopal, que tiene nombre de árbitro o de compañero de la mili cuando se cogen los dos apellidos y de matón de un gang de Chicago o de boxeador sonado cuando se coge sólo el primero. Menos mal que es de los de la teología de la liberación: amigo del Opus Dei, bien visto en Roma y hasta posible "papable" (que palabro más horroroso, por todos los dioses). Rouco Varela es más conservador que el decorador del Vaticano y dice que quiere evangelizar (o someter) a los increyentes, que desea una asignatura de religión obligatoria y que va a negociar con mano de hierro la "aportación del Estado a la Iglesia" (si serán buitres los tíos estos). Qué guay, qué progresista, ¿verdad? Y es que la Iglesia Católica, pese a Internet, tiene de moderna lo que tengo yo de neozelandés.

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