LA BAHIA DEL MAMONEO (BAHIA DE CADIZ)

LA TRAMPA DE ULISES


El divorcio

 

La última víctima de aquello de Aznalcóllar, el último cadáver como el de un cormorán obeso, ha sido Antonio Prats. El señor Prats, repudiado ahora por el alcalde de Sanlúcar, Juan Rodríguez, por ponerse a registrar en las cabezas de los langostinos, por buscar esa turbiedad, ese aderezo minúsculo de los metales pesados, justo cuando la gente había olvidado, cuando estallaban los convites marineros entre paisanos y todos tragaban felices, sin saber, su ración de óxidos de cobre con la manzanilla.

Pero nos dice Rodríguez, usando una imagen prodigiosa, que eso, lo de las cabezas de los langostinos, “es la gota que colmó el vaso”. Es cierto que la extraña pareja Rodríguez-Prats, el pacto PP-PA en Sanlúcar, era un amancebamiento picante y concienzudo entre gorditos por la cosa del buen ir o del mejor repartir de la hacienda. Después de aquella moción de censura que nos trajo un soborno gracioso y un barzoneo de millones por las gasolineras, Prats se pidió la dote de Urbanismo y se empezó a ver que la pareja tenía bien divididas las habitaciones y sólo se daban besos castos y aparentes en los banquetes y las inauguraciones, por hacer nombradía y por que no se le enfadaran las mamás, que siempre le ponen a la cosa mucha ilusión. Pero ninguno veía al otro en paños menores, y cada cual tenía su manojo de llaves atado al cinturón, bien vigilado. Por eso Juan Rodríguez, tras despedir como teniente de alcalde a Prats, enseguida mandó cambiar la cerradura a Urbanismo y puso a toda la tropa  de munipas con gafas de sol a cuidar que no volaran los papeles.

Rodríguez acusa a Prats de deslealtad, y le queda en la voz un eco triste, desairado y como de cornudo. Es que Prats se había hecho su ínsula y no rendía vasallaje a Rodríguez, al que consideraba, al menos, su igual, sólo que en el sillón, por evidentes razones, no cabían los dos. Ahora que se rompe ese pacto, achacoso de cuernos o rapiñas, el PP tendrá que gobernar en minoría, que la ley no permite cachondeítos de mociones de censura de ida y vuelta, al menos con los mismos concejales. Aparte esto, hay cierto desencanto cinematográfico al ver rota a esta pareja. Resultaba simpático verlos pelear por las cámaras y por los asientos, cortar a dúo los lazos, humillar a la gramática en feliz competencia. Aunque la verdad es que cualquier cosa era mejor que el Muñeco Diabólico. A propósito: Agustín Cuevas, el Fénix de los políticos analfabetos, urde planes para volver de nuevo como un héroe de las Galias. Anda que si nos encontramos con él otra vez y llegamos a echar de menos a este par de dos que ahora reparten la casa, el coche y los niños...

 

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