LA BAHIA DEL MAMONEO (BAHIA DE CADIZ)

 


Después de Algeciras

 

Por las tripas de tubos del Tireless, por el costillar de chapa del bicho maldito, están ya los fontaneros de la cosa, con el esparadrapo para la radiactividad, con la tuerca que paraliza los rayos gamma, con el manguito que se le fue en un estornudo en el Mediterráneo. La manifestación de Algeciras, comunión festiva y airada del pueblo en sus diferentes siglas, no sirvió para nada, claro, aparte de para exhibiciones de unos e hipocresías de otros. Lo militar, lo atlántico, lo imperial, que se pasa por el puente de mando el gentío, que para ellos es siempre canallería, dentaduras negras de los sans-culottes con el azadón afilado.

Lo que sí es cierto es que Algeciras nos dejó bien despejado el cielo de todas las intenciones, las de unos y otros, en un mural que podría ser de El Bosco, muy perfilado contra la piedra obscena de Gibraltar. Después de la manifestación, Aznar sigue haciendo chistes sin gracia de señor con bigote, y Piqué, ese muñeco de cera que suda, continúa perdido en circunloquios en las conferencias de prensa, jugando con el pinganillo del auricular. Eso sí, el PP adorna ahora sus gracias con insultos, ninguneando al pueblo andaluz, que dice que se vende por un bocata de mortadela y una excursión, cuando, aparte dobleces evidentes, sí estaba allí el espíritu sincero de los vecinos, gritando juntos ante el espanto del ala negra del submarino. Teófila, que cada vez aparece menos, que se va haciendo transparente, que se va diluyendo en el charco de sus disciplinas y acatamientos, se degolló como una vaca ella misma delante del pueblo que dice defender. Teófila decepciona y se apaga, y vendrá una secretaria suya a presentarse a las próximas elecciones, seguramente. Por su parte, al PSOE se le vio muy claro que no tenía más intención que dirigir el morro del submarino hacia Madrid. El PSOE, al que no deben de importarle mucho las radiactividades cuando en la gloriosa época de sus faraones venían muchos submarinos nucleares por aquí a echar un ancla apestosa y ruda, y alguno hasta se quedaba y lo convertían en un hotel para guiris. El PSOE, que no mira igual a Gibraltar que a Rota, que tiene unas raras asimetrías geográficas, que a Chaves se le nubla la mirada y olvida cuando piensa en el otro sumidero nuclear de la provincia.

No sirvió para nada lo de Algeciras, claro. Todo estaba ya decidido y coreografiado: el submarino, que se iba a quedar aquí, por la cosa de las servidumbres atlánticas; Rota, intocable, por ser humilladero sagrado de la provincia de Cádiz; el PSOE, que sólo quería darle un coletazo de hierro al PP; el PP, que no escucha a Andalucía, feudo eternamente perdido que además, desde los cielos de Bruselas, queda como una cosa entre desértica y mora.

No tendremos más remedio que aguantar la reparación de este submarino que han metido a tenazón contra toda la marea del pueblo, aguantar pidiéndole a los dioses que todo salga bien, y presionar para que el reactor no se ponga en marcha en nuestra cocina (se avisa una huelga general). Si algo fallara entonces, Aznar, en su línea, tendría que empezar a contar chistes muy graciosos de gaditanos mutantes.

 

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