Somos Zapping
Luis Miguel Fuentes

24 de octubre de 2004


Terelu miarma. La televisión mañanera sólo compite con el microondas, pero hay que darle a la gente producto o al final el microondas gana. En las mañanas de la Campos, llenas de geranios y podología, viven la basurilla y las noticias, la portería y los columnistas. Antes del debate final, el mejor de la televisión aunque entremetan a algún paquete, hay que aguantar a mariliendres y navajeros. Pero el share manda y la Campos lo que quiere es desayunarse a la mitad de España con lo que sea. María Teresa Campos va desde esa jefa de comadronas del marujeo hasta el periodismo de altura, con un botón que esconde al segundo todas las mesas camillas, igual que ella sabe esconder la andaluza que es y que guarda en el refajo sólo para algún desplante de raza y de cadera. Es Terelu, con su aire de pepona muy sexuada, la que se está encargando ahora de oficiar de andaluza en nómina. En uno de esos corrillos o calcetas que monta su madre, y jugando a no conocerse, Terelu Campos hace de miarma y de bajuna, según el manual del moranquismo. Para hacer humor regional hay que ser por lo menos Beatriz Carvajal, y Terelu, aunque ensaye en las pescaderías, tiene la gracia en el occipucio. La Campos se había puesto alguna vez la maceta en la cabeza para irse de feria con el programa, pero la parodia churrera de andaluza que le consiente a la hijísima de sus entretelas da vergüenza como si se le viera la bajera o el bigote.

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Fantasmas. Los poltergeists en Andalucía no son la deudas históricas que se aparecen y luego se esconden en el armario donde forman un vórtice del mal con los abrigos, sino las caras de Bélmez, esas humedades de las paredes y ese moho del cerebro, que en realidad se pintaron con nitrato y cloruro de plata, por si no lo sabían. En “Mira la vida”, que conduce Rafael Cremades entre bizcochos del pueblo, se monta una suerte de debate sobre el asunto. “Esto nos trasciende”, asegura el presentador con gesto de doblar una cuchara con la mente, mientras una de sus brillantísimas colaboradoras arremete contra los incrédulos por “soberbios” y un foco echando humo les parece la confirmación de que los fantasmas están presentes y muerden los cables. En Canal Sur, las psicofonías venían antes de los despachos, donde se escuchaban misteriosamente voces de San Telmo. Ahora, los fantasmas pueblan los platós y se comen el seso de los presentadores, antes de saltar a poseer a la audiencia. Jiménez del Oso es Isaac Asimov al lado de los especialistas en sucesos para-anormales que nos pone La Nuestra. Después del programa, daba miedo abrir el frigorífico, qué cosa.

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Jugarse el negocio. Los emprendedores andaluces están salvados. Si usted tiene una idea para una empresa, la Junta le proporciona todo lo que necesita: un concurso en Canal Sur. Como pobres, hemos llegado a la gran estrategia económica de echar los cupones. Mucho viaje a China de la Junta para abrir mercados, pero la empresa tiene que salir de un pasapalabra o no sale. Generación XXI llega a su tercera temporada con un quemado Manuel Campo Vidal de hada madrina de la innovación andaluza. A los emprendedores con su ocurrencia y su esperanza los malmiden a través de la grafología, de ponerlos a pregonar su negocio en un rastrillo y de otras pruebas que tienen el mismo sentido que evaluar el proyecto subiéndolo a un toro mecánico. Todo un señor ingeniero, con sus planos de tuberías memorizados, quedaba como el que se acerca desesperado al último recurso de la curandera, del milagro, perdidos ya el pudor o la cordura. Enseguida iba a prestarse un empresario serio a hacer de latero y vendepeines ante las cámaras si hubiera en Andalucía otra salida. Eso sí que es telerrealidad: Aquí, serás empresario sólo si te sale en la ruleta de la Junta. Si no, te vas a casa con una cafetera o con una pepona que se parece a Terelu.


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