Somos Zapping
Luis Miguel Fuentes

24 de abril de 2005



Las cerezas andaluzas. Con Las cerezas, Julia Otero intenta cada semana hacer un programa a partir de una caja de bombones, y quizá le queda una cosa intermedia, que puede que sea un anuncio de turrón. Sus entrevistas son de un marujeo cursi y casi nunca nos enteramos de nada verdaderamente interesante del invitado, sino sólo de si el hijo tiene ortodoncia y del nombre de un viejo profesor de matemáticas. Eso que algunos llaman “el lado humano”, como si la otra parte del entrevistado fuera una locomotora, es que hay que medirlo con cuidado. No le sale a Julia Otero ser un Jesús Quintero con medias, sino más bien un Joaquín Petit que ha preparado un asado o un postre, con más luz y menos tristeza. Julia Otero gusta de llevar parejas disímiles y esta semana juntó a Chaves y a María Jiménez, que es lo que se llama un potaje andaluz. Con el folclorismo de raíz sexual y un político que quiere mostrarse en zapatillas, a lo único que se puede jugar es al Scatergories, y eso es poca sustancia para una entrevista. A Chaves le podría haber preguntado por las mafias costasoleñas consentidas o por la churrería de facturas de sus colegas, pero hacerle contar un chiste le pareció mejor opción. Chaves eligió uno de leperos, ya ven. Convertir a Chaves en un romántico o en un mariachi, entrevistarlo como a un viejo abad, retratarlo junto a la familia y al perro, hablarle como habla un sastre, ponerle música a su hagiografía, es un mérito que ya comparten Otero y Petit. Precisamente pusieron aquella cosa Chaves y Petit cantando por el Dúo Dinámico, con lo que toda España supo que, una vez vencidos todos los ridículos de la política, el ridículo de un karaoke no es nada, y que ni Urdaci con Aznar puede generar tanta baba en televisión. El último alfil del felipismo, el que ha hecho de Andalucía un columpio en el porche del PSOE, era un rey bueno y poeta, era un marido en la barbacoa, mientras María Jiménez, esa mujer de raza, siempre como arremangada, siempre como al lado de un perol, ejercía de andaluza analfabeta y confundía gula con bula. Julia Otero hace las entrevistas como para darse rímel, vuelve al periodismo de preguntar el color favorito y de camino le quita trabajo a los asesores de imagen del PSOE, a los que proporcionó ese día orgasmos múltiples. Las cerezas fue un pasteleo. Chaves, una perita en dulce. La televisión pública conoce a sus amos y los espera en una mesa con velas, con el salto de cama ya puesto.


Agravios catalanes. El agravio entre comunidades, países circunscritos en España o como se diga ahora, inflama la tarde en Canal Sur. Pero no es la financiación autonómica, no es esa asimetría de las nacionalidades como la de los bolsillos de un traje donde la cartera ha dejado la forma avara de su peso. El insulto que nos dirige Cataluña no es el hambre de la pela de Maragall, que ahora hasta se va a hacer un poco francés porque le pilla más cerca de casa y de su boquita de piñón, a la que le sale muy bien llamarnos pedigüeños. Nada de eso. Lo que provoca el dolor de los presentadores de Contraportada es que por Lérida no quieren dejar cantar a Isabel Pantoja, que dicen que trae el germen andaluz en la bata de cola y ensucia esa pureza como de cumbres suizas del catalanismo. Ignoramos si después de lo de Las cerezas Chaves le comentó a Maragall este grave problema que tiene en ascuas a toda Andalucía. Eso, y lo de prohibir los toros, claro. Y es que todo nos da igual mientras no se meen en las macetas de nuestro folclore, donde nos han enseñado a poner toda la dignidad. Menos fieros he visto yo a los de Canal Sur con otros agravios más dolorosos.


Trompeteo. La promo de Canal Sur pone una canción que dice que la “primavera trompetera” ya está aquí, que en imágenes significa Los Morancos, Los del Río, la feria, el toro y el Rocío. Luego nos enteramos en las noticias de lo que nos cuesta alguno de estos trompeteos: En el Rocío, la Junta invertirá 1.402.000 euros. Yo también quiero que inviertan en mis juergas, a ver dónde hay que apuntarse.



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N.A: Este texto original pudo sufrir variaciones durante el proceso de edición.



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