EL Mundo Andalucía

  Somos Zapping
Luis Miguel Fuentes

10 de septiembre de 2006



El clan de Farruquito. Es el Cristo de su raza en camisón, pero la Justicia a veces parece Justicia y Farruquito va a terminar en la cárcel, que es lo que suele ocurrir cuando se mata a alguien, aunque sea yendo en las carrozas de su arte, que es como siempre se ve él. Pero además del morbo y de ese regusto insano de venganza que suele dejar en el pueblo la caída del famoso, el caso Farruquito nos ha ofrecido un paseo por la Andalucía negra y los pañuelos lorquianos que todavía guardamos, donde hay crimen y silencio, cosas que sólo ve la luna, hogueras de la tribu, leyes diferentes para los ojos negros. Farruquito como un faraón llevado por una familia de colchoneros, patriarca semejante a los dioses, ese valor bárbaro de la propia sangre, de la casta, anterior al Estado y al Derecho. Ante esto, todo lo demás que ha vuelto a sacar la televisión, ese casarse de rosácea, esa boda “de gusto distraído” que decían en Aquí hay tomate, esas mujeres de largo pero con babuchas, todo eso es anécdota. Mucho peor que el mal gusto a caballo, que el dinero estampando la vulgaridad, resultan las antorchas del clan, el tufo cabrero de la caverna.


Goyesca. El traje goyesco es un pijama que se pone de vez en cuando España para acostarse en su tópicos. Los toreros así parecen dormilones o parecen Fígaro, pero algunos todavía creen que es una manera de llevarnos a una Venecia de aquí o quizá a una Viena con jacas. Por lo visto Fran Rivera ha declarado que quiere hacer de la corrida goyesca de Ronda nuestro Concierto de Año Nuevo, pero los Rivera no son los Strauss, y a falta de valses, que hacen cisnes de las señoritas y estanques de las escalinatas, nuestros pasodobles hasta con la aristocracia suenan a tortilla. Sin embargo, bien pensado, Fran Rivera es un guapo de abanico aunque los hombres como él no usen abanico. Fran Rivera, emperador de su paquete, chambelán de sus colgaduras, torea de salón con mujeres de himen de porcelana y quiere traspasar ese ambiente a su plaza de Ronda, que él tiene como un barquito de juguete. Por eso este año ha organizado como un cotillón exclusivísimo para que lo que aquí algunos tienen por élite vea sin populacho la alternativa de su hermano Cayetano o su propio corte de coleta, que en los niveles metafóricos de esta gente quizá equivale a cortarse un poco la picha. Ni los fotógrafos de la prensa podrán entrar, sólo los suyos, los que le sacan guapo el desplante y el bulto. Ha sido una buena arena ésta para los programas del cotilleo, que pronto han puesto a tintinear como una cubertería de plata los cuernos y las pastosas elegancias de este evento. No ha sentado bien en Ronda que Fran Rivera, que se ve en esa aristocracia del establo que tanto nos abunda, haya reservado las entradas para “los caballistas de Triana”, según se quejaba en televisión una paisana, entradas que llegaban a 3000 euros en la reventa. Y es que seguramente no merece menos tanta picha con lazo suelta por el ruedo, junto con grandes de España, duquesitas de merienda y pijas con el relicario chorreante. Alguien debería decirles a estos toreros como guardaovejas de gala que no son aristocracia, sino acaso ferianteo. Y que sus rancias élites de maestrantes y señoritos, que tan bien conocemos en Andalucía, no dan glamour vienés, sino camperísimas arcadas.


Gracias al baloncesto. Me encanta que el triunfo de nuestro baloncesto, ese deporte que parecen hacer unas estatuas suspendidas en helicóptero, haya puesto en su sitio al fútbol patrio, tan cargado de gravedad idiota y petulancia castrense. El deporte por el deporte, espectáculo, diversión, sencillez, es todo lo contrario de lo que nos muestran fantoches de aquí como Del Nido o Lopera, para los que el fútbol es la guerra de sus huevos, de sus barriadas, de sus millones y de sus Vírgenes. Será por eso que la rueda de prensa de Lopera el viernes, que llenó de “me se” y “te se”, embadurnado de pavo y vulgaridad como de betún, pronunciando los millones de los fichajes con los colmillos, me hizo reír como nunca. Así el baloncesto parece esgrima, y su mundo, un ateneo.



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N.A: Este texto original pudo sufrir variaciones durante el proceso de edición.


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