El Mundo Andalucía

Hacia el referéndum del Estatuto de Andalucía
La urna catódica

Luis Miguel Fuentes

22 de enero de 2007

La catequesis

La política es cada vez más una creencia y por eso gusta de apoyarse en libros sagrados estampados por el trueno. Unos Vedas en los que están nuestros zumos y milagros, la agrimensura de nuestros valles trazada desde el cielo, el porvenir de un éxodo y hasta la manera en que el espíritu del pueblo debe llevar las túnicas. Esto es nuestro Estatuto, primero el llamativo candelabro en el que el PSOE andaluz podía ver consumirse las velas de las legislaturas, luego el largo empeño que el PSOE nacional requería para ajustar su ajedrez de España, y, finalmente, el evangelio que nos han escrito los profetas de la raza. Por eso, la movilización, el arrebato, las campanadas de los medios públicos andaluces ante la convocatoria del referéndum lo que parecen es una catequesis de campamento. Hay que explicar una salvación tras la comida, hay que mojar con abluciones las mañanas y los informativos, que los ángeles anunciadores detengan a las planchadoras con una luz en la coronilla.

Vi en las noticias de Canal Sur la cortinilla, las palabras “Estatuto de Andalucía” crecidas sobre un verde de piscina, y luego a Juan José Téllez leyendo la primera frase del preámbulo. Eso no parecía un Estatuto, sino una carta a los corintios; no parecían palabras de ley humana, sino votos a un dios de los paisajes. La “sólida identidad”, el “carácter singular”, las raíces milenarias en un “ámbito geográfico diferenciado”. Era una definición de pueblo elegido, condición previa para investirlo de épica. Un pueblo que coloca sus piedras alrededor de un “espacio de encuentro y de diálogo entre civilizaciones”, mitología del buenismo tan falsa como venir de las pirámides o de un arca, pero que una voz en off seguía recalcando luego con paisajes aéreos, como esas cosas de helicóptero de Tulipán que nos vende Juan Lebrón. Juan José Téllez, curil, con tonsura autonómica, con el gregoriano del progre (¿pero qué clase de progresismo es tan dócil y complaciente con un poder convertido en casta sacerdotal?). Supe que vendrían muchos más, escritores de corte, intelectuales orgánicos, periodistas de los suyos, coro de chaquetones sin corbata, multiplicando panes y peces, alabando el Reino de los Cielos que llegaba. Hasta García Montero, el gran poeta que hace rabia con la tristeza y al revés, servía de altavoz entre las noticias de picnics de políticos y sindicalistas con llamamientos a la participación y promesas de jamones que caerían de lo alto. Si este país no estuviera tan partido en dos, quizá la gente de izquierdas se daría cuenta de cuándo se está traicionando, de cuándo los ha lacayizado esa otra falsa izquierda que es pana sin nada debajo. Pero un convento los reunía, un velo los hacía monjas prometidas a una religión de humo y retruécanos.

Es una catequesis. Y la campaña institucional ha contado con esto. El catequista con guitarra, que mete la doctrina a los más jóvenes con estribillos, está representado por Andy y Lucas. Porque han asumido la infantilidad del pueblo, han llamado a ídolos de esa edad para que canten al Estatuto como a un Jesús colega. El catequista guay es Fernando Tejero, que fabrica para los chiquillos bicicletas de alambre. El catequista viejo puede que sea Jesús Hermida y para las madres está María Teresa Campos. Desde la mañana, desde la primera entrevista, La Nuestra nos anda salpicando con el hisopo. Y en las noticias, lecturas de versículos, gracias que dan los bienaventurados, mientras las posturas heréticas (¿ven mucho al PA?) se silencian. Ya es cuestión de fe. No nos están pidiendo votos, sino que vayamos a comulgar. Y Canal Sur es el sacristanejo.


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