El Mundo Andalucía

Hacia el referéndum del Estatuto de Andalucía
La urna catódica

Luis Miguel Fuentes

5 de febrero de 2007

La levedad del peso

La campaña arrancó con Chaves y Arenas pinchados en sus eslóganes, con la estatua de Blas Infante sosteniendo el paraguas dado la vuelta de Julián Álvarez y el Guadalquivir mitológico de IU bautizándoles de fervor (en IU andan últimamente muy hidrófilos y gustan de soltar globos o pegar carteles en sus orillas con caras de mariscar o de reúma). Canal Sur era una nochevieja, una traca, pero yo tenía curiosidad por ver cómo España miraba nuestro atletismo estatutario y el nacimiento de esta nueva era como un siglo de electricidad que llegaba. Nuestro Estatuto “de máximos”, el texto que supuestamente le va a dar a Andalucía un peso de carroza en el país, la marca, la baliza, el ejemplo o la envidia que este levantamiento de columnas iba a significar, resonando hacia el norte... El Estatut catalán provocó una España dividida como por carlismos de la pela, y en su debate y en su referéndum, con cobertura de guerra en los medios, parecía que había quien se jugaba los barcos del rey, el cantar del Mío Cid y las fachadas de los bancos de la Castellana. Éste nuestro, con la solidaridad de los pueblos, con la bondad de los hortelanos, con las macetas de la españolidad, sería el contrapunto de consenso, del poder de la paz contra el poder de las lanzas y de la admiración ante los logros que no necesitan enemigo. Pero no.

El viernes, el primer día de campaña, las televisiones nacionales ignoraron el referéndum andaluz como si se tratara de unas elecciones senegalesas. Las tertulias y los informativos traían el cambio climático como una parrillada del cielo, un discurso con lira de ZP, las pelea de los partidos por la política antiterrorista, el cabreo de los guardias civiles... En La mirada crítica (Telecinco) sólo vi mencionar a Andalucía al hablar de las todavía lejanas municipales. Decían que aquí es donde únicamente se nota “ambiente” preelectoral, por los casos de corrupción. Nos estaban enseñando así el tamaño de nuestras preocupaciones y de nuestra importancia, que es ninguno. En realidad, La Primera sí se refirió brevemente el comienzo de la campaña andaluza, pero porque cuadraba con el invitado a sus Desayunos, el presidente de la Xunta de Galicia, Emilio Pérez Touriño, que anda con su reforma estatutaria aparcada. Pérez Touriño, con su saudade gallega, me pareció por momentos una especie de anti Chaves. Mientras que aquí esperan que pase el 18-F para poder empezar a blanquear la Autonomía, el presidente gallego admitió tranquilamente que no veía la acción de su gobierno limitada por no tener un nuevo Estatuto.

Nuestro Estatuto tan guapo como el que más, las frases de Chaves en las que suele salir una Andalucía que asusta por su velocidad, “la palanca para echar a andar a nuestra tierra” (¿estaba pues, parada?), las competencias que nos igualarán a los nacionalismos más guerreros, una Autonomía que no tendrá nada que envidiar a las otras. “[Andalucía] tendrá en sus manos –decía hace poco-- el mejor Estatuto, como el que pueda tener –pausa con los labios apretados-... otra comunidad autónoma”. Aparte la tontería de este remate, ya vemos que el país ni nos mira ni nos considera. Hay otros estatutos con más pelas o con más garra, que dan más miedo o que son capaces de volcar para su esquina toda España y sus periódicos. El nuestro, no. A pesar de lo que nos venden, desde el principio fue lateral o supletorio en el gran juego nacional. Ese peso que iba a tener Andalucía era sólo levedad, las cuitas de unos pobres que andan remozando la cabaña y que a nadie importan, ni como modelo ni como tipismo.


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